lunes, 9 de marzo de 2015
Templo de Santa Rosa de Viterbo
Este templo es la expresión máxima del barroco queretano del siglo XVIII, y uno de los más representativos de nuestro Estado gracias a su arquitectura y al elaborado trabajo de sus retablos .Sus paredes encierra más de 200 años de historia y obras de arte inigualables.
El templo es de una sola nave, reforzada por fuera con un par de botareles de gran tamaño, ubicados sobre los muros de la parte que correspondería al brazo norte, el que parece sugerir una remota existencia por el arco situado entre los dos contrafuertes que guardan una armonía interior entre las arcadas y las pechinas.
La torre, con campanario de dos cuerpos, está situada en la parte oriente del templo, levantándose desde el rincón noreste del coro alto. El primer cuerpo ostenta el primer reloj de tres carátulas que se construyó en América.
Desde lejos se puede apreciar la cúpula en la que se destaca su linternilla, la policromía del tambor octogonal y las columnillas y otros relieves de cantera que resguardan los ventanales.
La fachada y la torre, tienen influencia árabe, por lo que pudieran considerarse "Manieristas".
La plazuela al norte del templo facilita la apreciación del conjunto arquitectónico.
En su interior, le sorprenderá el elaborado trabajo de los cinco retablos labrados en madera y totalmente cubiertos con una capa de oro genuino. El púlpito que muestra una rica ornamentación con incrustaciones de maderas preciosas, marfil, plata y carey. El coro bajo, donde se encuentran e! retablo ecléctico, el órgano del siglo XVIII y la capilla de! Santísimo, dividido de la nave por un panel con quince medallones y una escultura de Jesucristo en la cruz. El coro alto, a su vez, lo divide un abanico dorado con la imagen de Jesús adolescente. En esta parte también se guarda un órgano Walcker, de principios de siglo.
También son dignas de admiración sus múltiples pinturas entre las que destacan: el retrato del capitán Velázquez de Lorea de Miguel Cabrera y el retrato de Sor Ana María de San Francisco y Neve, atribuida al maestro José Páez y considerado uno de los cuadros más bellos hechos a una monja.
Por la sacristía menor es posible comunicarse con lo que fue el convento que aún muestra lo imponente de la construcción y algunos detalles de interés, como los arcos volados en la escalinata y un par de relojes solares sobre la cornisa del segundo nivel del atrio. Su ex convento, el cual ha sido parte de un largo y minucioso proceso de restauración, es ahora sede del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.
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